El anillo pnigofidio: zombis de móviles y descerebrados de celulares buscan problemas sectarios. Pero en realidad comienza así:
«En lo alto de la colina aparece una figura soberbia, gigantesca, un auténtico titán investido con una armadura dorada, rojiza a la luz del anochecer. El general Ossaponio se detiene en el altozano a tomar aire. En una mano aún sujeta la espada ensangrentada. Se enjuga la frente y ve la oreja del infame sacerdote Tabnit clavada entre los cuprosos gavilanes de su arma. Su pendiente, el pnigofidio, parece parece gotear el carmesí fluido vital por sí mismo...»
«En lo alto de la colina aparece una figura soberbia, gigantesca, un auténtico titán investido con una armadura dorada, rojiza a la luz del anochecer. El general Ossaponio se detiene en el altozano a tomar aire. En una mano aún sujeta la espada ensangrentada. Se enjuga la frente y ve la oreja del infame sacerdote Tabnit clavada entre los cuprosos gavilanes de su arma. Su pendiente, el pnigofidio, parece parece gotear el carmesí fluido vital por sí mismo...»
Seguidores (19)